martes, marzo 31, 2020
miércoles, marzo 25, 2020
Seis pies bajo tierra
Creo que el infierno debe ser muy frío. La mayoría se lo imagina hirviendo. El mismo Boticcelli tiene gente quemándose, vociferando gritos de dolor y arrepentimiento.
Yo no creo en el infierno.
Pero de existir, sería helado y silencioso.
Y el arrepentimiento hablaría en siseos confundidos de quién no supo qué ni cómo decir. Que no supo cuándo sí persistir.
El infierno sería una caverna de reflejos indiferentes, con miradas de reproche, que al volver a verlas, suspirarían pasivas.
sábado, marzo 21, 2020
La ejecución de la ira
jueves, enero 30, 2020
Música
Un poco de sentido en esta disonancia permanente. El zumbido que no dejaba de retumbar, se aleja acallado.
El dolor empieza a cobrar forma y ya no es un balín dentro del pecho. Se disuelve y alcanza su verdadera extensión. Es líquido y semihumano, líquido e inanimado. Una forma extraña de convertir el sonido de notas que chocaban entre sí.
El dolor tiene una forma que se mueve en una frecuencia que puedo entender. Hace el ruidito triste de una tonada destinada a consumirse hasta que deje de quemar, hasta que el dolor líquido se evapore y no sea más que un recuerdo confuso, escrito en una partitura silenciosa al fin.
sábado, noviembre 16, 2019
Saturnine
"No necesitas predicar"
Los días se sucedían extraños, aletargados como una eterna calle de Macondo, en donde las únicas leyes eran la abulia o la ansiedad.
Sin embargo, más allá de los muros, se veían destellos en el cielo, un ruido furioso de metales y palos chocando. Humo teñido rojo, ladridos de quiltros, disparos y un coro de voces dolientes que ni en Antígona.
Pero dentro de los muros, el sonido tendía a comerse a sí mismo, a disiparse en los espejismos que rebotaban contra el suelo.
El habitante se confundía en su habitar, quería esconderse de las luces distantes. Quería llegar a ellas.
Quería encontrar de nuevo el brillo que durante un miserable lapso avivó su violeta tan pálido. Un lapso miserable como sus propios pasos. Como su voz atascada. Un lapso que le devolvió sus ojos. Y ahora no podía parar de ver que estaba completamente solo y que, a lo lejos, el mundo se retorcía.
El habitante se llevó la mano al pecho un instante, pero la retiró rápido. Ahí tampoco había nada.
domingo, octubre 13, 2019
Inmersión total
Cuatro. Seis. Ocho.
Cuatro. Siete. Ocho.
Cinco. Cinco. Cuatro.
Tres. Dos. Tres.
Cero. Cero. Cero
No siempre parece un acto reflejo.
miércoles, septiembre 18, 2019
Rojo
Apagar
todo.
Y
volver a subir un acantilado que tiene una sola vía de retorno. Como el terco Sísifo,
tener la porfía de continuar por un rumbo conocido hasta rodar de vuelta,
tintineando.
La osadía y la derrota. En ese orden concatenadas, siempre el destino de un cristal violeta tan pálido que nunca podría ser otra cosa. La esfera tintineante empieza su camino de regreso, sabiendo que intentará subir de nuevo, evaporando sus fuerzas y dejando una estela sin color que recordar.
Y aunque quiera apagarlo todo, no puede, pues hay un reflejo persistente en la esfera: el centelleo de una fuente inagotable de calor.
El camino es tan cálido que quema su tonalidad pálida; también es muy frágil, similar a un lago congelado que en cualquier momento podría trizarse con un paso mal dado. Pero esa es justamente la osadía de buscar un color incluso en la derrota. Porque, al final, el cristal de la esfera depende de ese sendero frágil para no quebrarse y poder rodar de vuelta.